miércoles, 29 de julio de 2009

Así son las cosas con Raúl Orozco


I

Raúl, esperé y esperé una respuesta a mi correo electrónico;

II

esperé lo que esperabas desde que me contaron la encrucijada de la muerte en tu carne, un rostro blanco sobre el negro de tu paso con terquedad de quien vive porque vive, porque siente que siente lo que muchos no nos atrevemos a sentir a tu manera, tu modo de ver las cosas de frente como recorrer las calles de Managua con una lámpara, o una candela en penumbra de luminosa resistencia;

III

y verte y saludarte como platicamos más de una vez, mirándonos como amigos, saltando sobre la ilusión brevísima y mojigata, rancia, catarrosa, ojerosa, horrorosa, felina y con mezcla de diadema y mano gruñona; y hasta pachona, lactosa y truculenta, lenta, lenta…

IV

y todas esas cosas que uno resiente, que ve más allá de poner los ojos en crepúsculo con lago sobre San José, o el Huembes en Cartago;

VI

y cómo dejarte en paz si nos dejaste la paz porque se quiera o no fuiste de los buenos, casi invisible, a la altura natural del aliento y el tiempo que aloja ganas de volver al mundo para morirse y multiplicar las ganas de morirse siendo o no siendo nosotros los ausentes.

V

Así son las cosas con Raúl Orozco, las cosas con sus versos, tan de lejos y de cerca de Martínez Rivas, tan próximo quizá a Vallejo, y tan entrado en palabras que pactan y distancian con Beltrán Morales, con la poetada de tono fino, irónico, de palabra labrada, y quizá nunca acabada;

VI

así son las cosas con este poeta Raúl Orozco, su justo sepelio sin estridencia inmerecida, un séquito sobre la calle y en distancia de las fronteras porque te acompañamos.

VII

Raúl, esperé y esperé una respuesta que ya está aquí, ahora mismo, sin relojes ni calendarios.

VIII

Está en la base muscular que deja la vida porque si no se deja nos emboba con extraña ración de hueso y adulación fofa de quien no pudo alcanzarte, y cómo hacerlo, cómo sostenerlo y si ya estás vivo, y punto y página nueva y aparte, cómo la cerveza brevísima, vellosa, interna, entre los poemas y la idea que decreta que si escribimos es para ponerle a la poesía una palabra de no muerte, a la calavera incisiva que finge estar de pie en el cementerio, y procura entender cómo será la muerte de un poeta que por su palabra no ha muerto, que fue impactante y premonitorio escribir: “Que la nada te reciba con sus mejores galas.”

IX

Así son las cosas con Raúl Orozco. Y cómo hacerles creer a los bobos, los de siempre, los improbos, tu gloriosa y solitaria manera de fingir que estás muerto.

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