lunes, 17 de agosto de 2009

La serpiente no tiene edad

I
La serpiente no tiene edad; estudia la memoria y se las ingenia con el báculo de la cola; pasa, deja hijos y pieles olvidadas; pasa hambrienta al otro lado del tiempo y la imposibilidad de salvar las nostalgias,
II
y su lengua discierne los relojes en los oficios del sol que se alimenta bajo las piedras;
III
cuando está cansada la serpiente, y con tanto amor nos muerde; revela nuestro colmillo que apetece breñales y troncos de árboles ansiosos de la presa que en su reflexión se agazapa dentro del abismo que no vemos.
IV
La serpiente no tiene edad, y se lo celebramos.
V
Qué será de nuestro miedo, eterno, mientras repta nuestros muslos y la pelvis, vibrante, con diente que no conoce el sabor de la sangre ni los inútiles venenos,
VI
y cada vez, cuando cerramos el placer, vibran los sueños, y silban en un sueño que se arrollan a nuestra costilla con el silencio que abandona la cueva;
VII
entonces se enrosca una leyenda, rueda a la par de nuestro miedo sin volverse piedra; pues la serpiente que no tiene edad asfixia nuestro pánico a conocernos.

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